CAMINANDO CON JESÚS: El descenso del amor

La fiesta de la Encarnación | 25 de diciembre de 2019

Por el reverendo Daniel D. Robayo



CAMINANDO CON JESÚS es una serie de reflexiones sobre el Evangelio dominical a cargo de clérigos y laicos de toda la Diócesis. 

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En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas se hicieron por medio de él, y sin él no se hizo nada. Lo que nació en él fue la vida, y la vida fue la luz de todos los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por medio de él. Él mismo no era la luz, pero vino a dar testimonio de la luz. La luz verdadera, que ilumina a todos, venía al mundo.

Estaba en el mundo y el mundo nació por él, pero el mundo no le conoció. Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creyeron en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de hijo único de padre, lleno de gracia y de verdad.

- Juan1:1-14

 
Dios todopoderoso, que has dado a tu Hijo unigénito para que tome sobre sí nuestra naturaleza y nazca [hoy] de una virgen pura: Haz que nosotros, que hemos nacido de nuevo y hemos sido hechos hijos tuyos por adopción y gracia, seamos renovados cada día por tu Espíritu Santo; por nuestro Señor Jesucristo, a quien contigo y el mismo Espíritu sean el honor y la gloria, ahora y por siempre. Amén.

Colecta para el día de Navidad, BCP p. 213


Al cantautor argentino Facundo Cabral le gustaba contar a su público que la vida de su madre Sara transcurrió viviendo y amando - "distraída por la felicidad", como él decía- y criando a siete hijos. Sara no necesitaba una agenda, decía. "Sólo hacía lo que amaba; y su corazón le recordaba qué hacer a continuación". La madre de Facundo volcó su vida en sus hijos y nunca miró atrás.

La Navidad es una época para recordar la efusión más profunda y pura del Amor. "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito..." (Jn 3,16), un versículo que a menudo vemos colarse en las pantallas de televisión de los partidos deportivos profesionales. 

La Plegaria Eucarística B dice "en estos últimos días has enviado a tu Hijo unigénito amado" para que podamos ser atraídos al alcance del abrazo amoroso de Dios. La Navidad consiste en hacernos presente que Dios-en-carne ha venido entre nosotros. Jesús es el mejor regalo, la entrega de Dios a nosotros.

El magnífico prólogo de San Juan nos ofrece el anuncio de la Navidad: "El Verbo [Logos] se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14). El Logos eterno, que con el Padre y el Espíritu hizo todas las cosas en el principio de la creación, ha entrado ahora en el tiempo y el espacio de los hombres, ha tomado nuestra forma humana para revelarnos que Dios nos ama incondicionalmente, desde antes de la fundación del mundo y por toda la eternidad.

La Encarnación no fue ante todo una operación de rescate. No fue un plan B, ejecutado a toda prisa después de que todo se torciera. Ni Dios entró en nuestro mundo en un establo por un frío cálculo sobre la eficacia de tal estrategia. La Encarnación es el resultado de la pasión y el anhelo de Dios por el género humano y por toda la creación. Dios amó tanto al mundo que su misma Vida se derramó por nosotros. Sí, Jesús murió por nuestros pecados y nos reconcilió con Dios. Pero el misterio de la Encarnación es mucho más. La Navidad nos dice que si no hubiéramos necesitado la salvación, aun así, Dios habría venido de todos modos. Está en la naturaleza de un Amante buscar al Amado. Dios, que es Amor, no podía hacer otra cosa.

Dios nunca ha mirado atrás. El amor inquebrantable y la fidelidad implacable de Dios nunca nos abandonan. La gente puede decepcionarnos; otros pueden abandonarnos, pero el amor de Dios es eterno. Esto es lo que celebramos en Navidad. El amor de Dios es la base sobre la que nos apoyamos. El amor de Dios es la fuente de nuestra alegría, la fuerza que nos lleva a amar a Dios y nos impulsa a vivir agradecidos como siervos de Dios.

El clamor del mundo es una cacofonía ensordecedora de egocentrismo, odio e indiferencia. La Navidad, al recordarnos la realidad más profunda que ya está actuando en este querido mundo de Dios, nos invita a derramarnos en amor y compromiso como instrumentos de la paz, la esperanza y la alegría de Dios.

Que las palabras de Christina Rosetti resuenen en nuestros corazones y guíen nuestras acciones en esta Navidad:

El amor bajó en Navidad, el amor todo hermoso, el amor divino;
el amor nació en Navidad: la estrella y los ángeles dieron la señal.

Adoremos a la Divinidad, amor encarnado, amor divino;
adoramos a nuestro Jesús, pero ¿con qué signo sagrado?

El amor será nuestra señal el amor por tuyo y el amor será mío,
amor a Dios y al prójimo, amor por la súplica y el don y el signo.

                                                     Christina Rosetti (1830-1894), alt.
                                                     Himnario 1982, #84


El Reverendo Daniel D. Robayo es la misionera para los ministerios latinos/hispanos de la Diócesis de Carolina del Norte.