CAMINANDO CON JESÚS: Para un mundo que va a nacer

Jesús dijo: "Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia entre las naciones confundidas por el rugido del mar y las olas. La gente se desmayará de miedo y presentimiento de lo que viene sobre el mundo, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces verán 'al Hijo del Hombre viniendo en una nube' con poder y gran gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos y alzad la cabeza, porque se acerca vuestra redención."

Luego les contó una parábola: "Mirad la higuera y todos los árboles; en cuanto brotan las hojas, lo veis por vosotros mismos y sabéis que el verano ya está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca. En verdad os digo que esta generación no pasará hasta que todo haya sucedido. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

"Estad en guardia para que vuestros corazones no estén agobiados por la disipación y la embriaguez y las preocupaciones de esta vida, y ese día no os sorprenda inesperadamente, como una trampa. Porque vendrá sobre todos los que viven sobre la faz de toda la tierra. Estad alerta en todo momento, orando para que tengáis fuerzas para escapar de todas estas cosas que van a suceder, y para estar en pie ante el Hijo del hombre."

- Lucas 21:25-36


Una oración por la vida del mundo
En vidas donde el amor ha nacido este día
gracias te sean dadas, oh Dios.
En las familias donde el perdón ha sido fuerte
gracias a ti.
En las naciones donde se han corregido los errores
donde se ha acariciado la ternura
y donde se han servido visiones para la unidad de la tierra
gracias a ti.
Que los que están cansados encuentren descanso esta noche.
Que los que llevan grandes cargas por su pueblo encuentren fuerza.
Que las comadronas de los nuevos comienzos en nuestro mundo encuentren esperanza.
Y que el más pequeño entre nosotros encuentre la grandeza
fuerza en nuestras almas
el valor de nuestras palabras
amor en nuestra vida.

-John Philip Newell, Rezar con la Tierra, p. 7)

Rezamos por el mundo todo el tiempo. Y parece que ahora el mundo lo necesita aún más. ¿Recuerda alguien que viviera en aquella época lo optimistas que nos sentimos cuando terminó la Guerra Fría? ¿Las grandes esperanzas que surgieron en nuestros corazones mientras veíamos, nada menos que en directo por televisión, cómo el Muro de Berlín se derrumbaba pedazo a pedazo? Ahora parece tan lejano, casi un sueño.

El mundo gime de angustia estos días. Sigue siendo un lugar peligroso, gracias a nosotros, los humanos, meros seres, como nos llama e.e. cummings. Nuestra capacidad de destruir casi parece superar a nuestra capacidad de construir. Tengo que decirles que me cuesta mucho hablar de los titulares, ya que cada semana parece surgir un nuevo horror indescriptible, tanto en nuestro país como en el extranjero. Ayer mismo leí con horror que un hombre en un todoterreno arrolló a una multitud de personas vulnerables que formaban parte del desfile de Navidad en Kenosha, Wisconsin. Y el veredicto en el juicio por asesinato de Rittenhouse parecía convertir a las víctimas desarmadas en amenazas que ponían en peligro sus vidas, mientras que el joven armado con un arma de guerra que acabó con sus vidas es ensalzado como un icono de la autodefensa. Estamos hechos un lío.

Y estoy cansado de limitarme a rezar por el mundo.

Quizá algunos de ustedes también.

¿Qué debemos hacer?

Bueno, para empezar, creo que la oración es algo muy peligroso. Verás, una vez que terminamos diciendo cosas y desempolvamos nuestras rodillas, la oración que alinea nuestros corazones con el corazón de Dios nos mueve a haciendo cosas.

Hace un par de semanas escuchamos a Jesús, en el Evangelio de Marcos, decirnos que estos son los dolores de parto. El corazón de Dios está lleno de esperanza, fe y amor. Aferrémonos a esas palabras.

El Adviento nos recuerda que Dios tiene el sueño de una nueva creación que surgirá de dentro de la historia y llegará de fuera por la gracia y la misericordia de Dios. Hay una telosun destino y un propósito a la aventura divina que llamamos Creación.

El Adviento es una gran estación porque renueva nuestra esperanza. El Adviento es también una estación dura porque estamos esperando que nazca un mundo.

Pero es una espera activa. No estamos sentadas en una sala de espera hojeando nerviosas revistas viejas hasta que nos dicen que el bebé ha llegado. Somos comadronas, llenas de esperanza, presentes y asistiendo al nacimiento. Jesús nos invita a levantar la cabeza, a recordar que se cumplirá la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva. Como escribió el Honorable John Lewis, de bendita memoria, justo antes de su muerte, "cada generación debe hacer su parte para ayudar a construir lo que llamamos la Comunidad Amada", una nación y un mundo en paz consigo mismos."(artículo de opinión del 30 de julio de 2020 en El New York Times. Énfasis mío).

Así que mantengamos fuertes nuestras almas, seamos fieles a nuestras palabras de fe y mostremos amor a todos en nuestra vida diaria. Porque así como el amor tuvo la primera palabra, el amor tendrá la última. "¡Maranatha! Ven, Señor Jesús!"

Este es el trabajo del Adviento.

El Reverendo Daniel Robayo es el misionero para los ministerios latinos/hispanos en la Diócesis de Carolina del Norte.